METAFÍSICA CELESTE (dejavú)

METAFÍSICA CELESTE
Eutimio Sosa. 

Mientras desayunaba con el gran Tlatoaniskys, masterplus de la sincronización azotérica, ayer, a las 10.20, levanté mi taza de café y en ese instante quedé sorprendido con lo que se reveló frente a mí, en una mesa que estaba vacía, según yo, vi a un grupo de guapas de un mundo que ahora está sumamente lejano, por lo que, seguramente, atravesaron las dimensiones del tiempo y del espacio para llegar hasta aquí y que yo las pudiera percibir. 6 diosas desmañanadas labrando la memoria en fotos y vídeos como selfies. 

Fue una experiencia maravillosa, en ellas vi el reflejo proyectado de otra dimensión en la que, en otra vida que se parece a ésta, vi otra vez un buen pedazo de mi película personal. ¡La piedra voladora en la que he ido surfeando los espacios profundos del tiempo y la memoria, también se había estado moviendo!. Por eso me di cuenta de que lo que percibía todo eso era yo, el de aquél planeta lejano del que ellas habían llegado y no éste que soy gravitando en mi asteroide. 
De golpe se abrió el poderoso Alhep en el que otros que sí han sido sabios pudieron ver la luz. Yo, apenas vislumbraba los rescoldos de recuerdos que se habían incinerado, hace muchas, muchas creaciones atrás, en los calderos y los incensarios de templos que también sucumbieron al olvido. Mi primera cita frustrada por los designios y las furias de otros dioses, no menos coléricos que nuestros más profundos rencores. Vi el rostro de mujeres que me hicieron sentir que había esperanza y ahora comprendí porqué es posible aquello del amor incondicional si se tiene la suficiente inocencia en el alma. Y antes de que volviera de ese instante en la eternidad, llegó también el mar  en el que, toda una generación, quisimos hacer de nuestras fantasías una salmuera para botanear cuando fuéramos viejos y decrépitos, como los que abandonaron el paraíso. Preferí volver de esa visión antes de que se siguiera rasgando el presente y mi cabeza se inundara de percepciones e imágenes mentales, incoherentes y deshilvanadas.

Cuando el Gran Tlatoaniskys tocó mi antebrazo y me preguntó: "Mitotín, ¿estás bien?" todo volvió a la normalidad, no pude recordar nada de lo que he escrito ahora, por encima del filo de la taza, solo miraba a un grupo de mujeres, en la mesa de junto, que por alguna razón que no pude explicarme, me recordaban a las mamás y las tías de mis amigos de la infancia, mientras tenía la sensación de haber estado en otro lugar. Bajé la taza y lancé la mirada del reloj de pared que estaba frente a mí hastami reloj: 10:20:30 hr., mientras para mi interior, como un eco de cuervos groseros, mascullaba una frase que a mi abuela santera le gustaba repetir durante el día, como un perico: "es increíble la cantidad de tonterías que se le pueden a uno ocurrir en un instante".