LOS DÍAS DEL NIÑO
Si todos los días fuesen el día del niño, tal vez no habría tantas guerras, tanta muerte del hombre por el hombre. Pero vivimos en un mundo de personas adultas que hemos olvidado el origen. Si a diario lo recordáramos, incluso hasta nos durarían más los estados de felicidad que, por instantes, nos embargan, como cuando estamos conectados en buen plan con nosotros, los demás y el mundo y nos sentimos felices, como hoy, cuando todos tenemos la buena onda en la mirada y cambiamos las armas de fuego por las pistolas de agua durante unas horas, para suspirar por nuestra esperanza de un mundo mejor para heredarles a esos niños; el que hoy mismo, con cinismo y desprecio, con la soberbia del ignorante que se cree sabio e informado, estamos envenenando, como a ellos alimentándolos con chatarra industrial, con transgénicos y tóxicos grado alimenticio venido de los laboratorios industriales, con nuestra apatía y falta de entendimiento ante la acelerada disminución de los nichos vitales donde los "niños" de las especies mueren también por cientos de miles a causa de la contaminación de los manglares y esteros, de los ríos. Celebramos a una infancia a la que estamos condenando a un mundo asqueroso, sucio, contaminado, sin esperanza de recuperarse -si no es parando ahora-, mientras les decimos otras mentiras respecto al presente y su futuro.
Mejor cambiemos todos de dimensión: entremos juntos al reino de los niños. Necesitamos con urgencia ser más nobles, felices, confiados, como los niños. Necesitamos a diario tener fe, esperanza, ilusión, fantasías, como los niños. Necesitamos también, al mismo tiempo, para cerrar la paradoja, entender que no somos niños, y aunque los valores innatos de los niños son los que deberían regirnos, desgraciadamente no es así y por eso tampoco nadie se atreve a cambiar las reglas del juego, como pueden hacer los niños.
Si nos importaran los niños, la infancia de la humanidad, seríamos consecuentes con lo que hemos hecho, aun sabiendo que estaba mal, y trataríamos de dar cambio de rumbo, reconciliándonos con la naturaleza y con nuestra esencia original de que tenemos un mismo origen. En el reino de los niños, tal vez podríamos sacrificar nuestro ego y parar la guerra en el mundo, replantearnos el flujo del dinero como eje de nuestra vida civil y cultural, y hasta buscar en dónde están los eslabones que unen nuestros diferentes ADN en un mismo ser que es LA HUMANIDAD, ese pueblo elegido que si lo encontramos nos puede devolver la paz y el rumbo que fue marcado originalmente para nosotros, por nosotros. Ojalá y valga, cuando menos para hoy, que es el día del niño.