Mito y manifiesto en tiempos de la oscuridad

En el mito Maya-Tolteca, el inicio se dio en la claridad de la palabra. Fue entonces que inició la construcción del mundo como sitio en el cual el ser humano se manifiesta y, al mismo tiempo, el del que construye con su inventiva e inteligencia para habitar: las ciudades, las redes de comunicación, y toda mejora material.

Este, el humano, el espacio de la polis como representación formal de su colectivo, es un mundo concebido en la imaginación, a partir de la observación de los astros y de la naturaleza. Sin embargo, el orden del ser humano es distinto al de aquellos entes y entidades que dan la imagen de la metáfora primordial del relato mítico: más que divinidades caprichosas, los planetas tienen una relación directa con el ciclo vital de la tierra, el sol actúa sobre las criaturas que la habitan, y en medio de este acontecer sobre la eternidad, el ser humano vive la experiencia sensible y racional de estar y ser en la tierra. Y al apalabrar lo que observa, al reflexionar su experiencia sensual, se hace poeta, transforma su visión en verbo, trastoca la realidad porque la abstrae y cambian la dirección de sus actos.
Dotado de una peculiar forma de inteligencia, el ser humano ha ido ordenando el caos aparente de un mecanismo perfecto de movimiento. Así es que, ordenado mediante la palabra, con la separación del absoluto en partes de un todo, el pensador, el formador, hace comprensible el cosmos, el universo, para aquellos que, como él, también andan sobre la tierra y hacen los caminos planos, los caminos largos y anchos transitados por los pueblos que levantarán las ciudades y le darán a los símbolos el sentido de aquello que los mantiene unidos, seguros de una identidad fundada en la memoria.
En este sentido, la ideología de un país como México, podría fundamentarse en principios míticos que nos atan al tiempo ancestral de naciones que ya no existen y que encontraron en la alegoría de los elementos el reflejo de dioses que dieron cause al movimiento humano por estas tierras, dioses que trajeron la palabra y enseñaron la verdad de nuestra existencia, la manera de domar la tierra y de hacerla producir para que todos coman.
Este es el principio de un proyecto ideológico que, todavía esperando en la oscuridad, hasta hoy resuma vitalidad y lucha por mantener su rostro en el mundo, como el espíritu del águila convertido en Nagual, en guía y protector de una voluntad humana que tiene como consigna construir un lugar que es el sitio dado por los dioses, para gobernar el mundo por sus cuatro costados.
Sin embargo, esta consigna se ha repetido a lo largo de la historia de aquellos pueblos que se dijeron elegidos por los dioses, o por dios, para estar y ser a su servicio. Y detrás de esta consigna, terribles son las historias de muerte y destrucción, de dominación mediante la violencia, con el sólo fin de cumplir los dicho por aquellos que se dicen los dioses y que hablan a través de oráculos y piedras que, de acuerdo a las propias fuentes, siempre se han equivocado en sus predicciones, cuando llevaron a los pueblos por los caminos, a conquistar lugares ya habitados, ya construidos por otros pueblos, o cuando rompieron con el conocimiento antiguo que pedía no olvidar, mantener los ojos en el cielo y en la tierra, mirar dos veces, de dos maneras distintas para poder entender los secretos que estaban develados ya para todos nosotros, pero ocultos a los ojos de aquellos que no podían enfocar con atención, que no podían separar las partes del todo para distinguir de los árboles las hojas y, de las hojas, cada una con la cual fue alimentada, curada, vitalizada, sacralizada, la esencia humana, su espíritu desde siempre desamparado en su soledad cósmica.
Construcción literaria antes que otra cosa a los ojos de quienes hoy lo leen, el Pop Wuj contiene en sus entrañas la esencia de un pensamiento que ha sido columna vertebral de la unidad de los pueblos originales de Guatemala y México, evangelizados por la palabra de lo que ahora solemos llamar Serpiente Emplumada y que encontraron en la cristiandad (pensando en Kirgeggard) un reflejo directo, inmediato de lo que ellos mismos eran, en su religiosidad y su fe.
La imagen de Jesús, las semejanzas en los movimientos migratorios de los pueblos judíos y también, por supuesto, el interés de órdenes católicas como los Dominicos y Jesuitas, sobre todo, fueron ladrillos que construyeron con firmeza el portal entre Europa y la dimensión oculta de la religión y la magia Maya-Tolteca, alimentada, ésta, por las tradiciones que nacieron y crecieron en las montañas oaxaqueñas, guerrerenses, veracruzanas, chiapanecas, como parte de aquella ancestral y todavía misteriosa cultura Olmeca, venida también de conocimientos más antiguos y distantes regiones.
Confundidos ambos pueblos —el Judío y el Quiché— en los relatos míticos e históricos escritos bajo la sombra de los dominicos, en el Pop Wuj y otros libros mayas también redactados bajo el control novohispano, se refleja, además de una impresionante y compleja estructura religiosa, política y social de un mundo que había sido oculto ya por el limo y la oscuridad, mucho antes de la llegada de los españoles, la permanencia de un pensamiento que supo encontrar la manera de entrar en el otro, de ideologizarlo, para convencer al conquistador de que aquí, en Mesoamérica, había encontrado la tierra prometida, al hombre en el paraíso, uno que estaba, curiosamente como en el caso de las tierras santas, tomadas por el demonio, por el diablo (símbolo/cruz vs. Diabolo/Demonio), De ahí la gran cruzada de la corona.
De esta manera, el Pop Wuj puede convertirse en un instrumento de la memoria, pero también en un finísimo instrumento de dominación ideológica que, como todo libro que sirve a intereses de poder, justifica el trabajo y el sacrificio de aquellos que fueron como los conquistadores españoles: extranjeros que llegaron a imponer a sangre y fuego sus símbolos, su lectura de los símbolos.
Acerándose a la Antigua Palabra también es posible, aun sin leerlo en el idioma original, y aunque no haya sido escrito para la gente de esta época, desmontar y analizar las diversas líneas de interpretación del mito, para encontrar cómo están imbricadas en el Relato de la construcción literaria dos formas de hablar del mundo, y del cosmos: una metáfora de los movimientos celestes y el camino a la construcción de la sabiduría y el entendimiento; y una alegoría del Poder y como creó la civilización que floreció en estas tierras.
Ambas formas de entender están atadas por la experiencia de pueblos que todavía hoy andan por esos caminos que se hicieron en tiempos míticos, ahora tomados y controlados por los señores de la oscuridad, que fueron ocultos por la selva y descubiertos otra vez por la historia y los cada vez más rápidos y nutridos movimientos humanos a través de las rutas que conducen a la Tulán del Centro, ahora ubicada al otro lado del Río Bravo, más allá de las tierras donde los sacrificadores siguen ofrendando víctimas a los señores de la muerte, ajusticiándolos en la silla eléctrica, al mismo tiempo que de este lado de la tierra causan la muerte y matan en los caminos y dejan regados los cuerpos y la sangre mientras todos nos preguntamos quien fue, quién fue, y nos responden fue el jaguar, al que ahora llaman "el narco".
Por eso nosotros sabemos que la nación que quieren construir los de la noche, los oscuros, los de doble rostro, se alimenta de sangre. La memoria es la única manera de evitar que una vez más volvamos a beberla para pactar con ellos cómo deberá ser nuestro destino. Hoy, debemos recordar que nuestra tarea, Toltecas, es mantener el fuego, cuidar la casa y a la abuela. Esta no es nuestra guerra, ni son nuestros muertos, ni ése que quiere el gobierno nuestro proyecto de nación, tampoco el que desean consolidar los que quieren venir acicalados y bien vistos por los guapos, por los presumidos, por los vanidosos.
El ciclo vuelve otra vez a cumplirse y debemos entender las señales, porque vendrán también quienes destruirán a los soberbios para que de nuevo brille el sol, brille la luna. Mientras tanto, quienes vivimos fuera del tiempo y la usura, debemos mantener encendido el fuego, los atabales sonando, las plumas danzando, nuestros cuerpos nutridos y el alma despierta. Será la única manera de sobrevivir, de dar el salto, de cumplir con lo pedido por el espíritu del cielo, el espíritu de la tierra, en estos tiempos en los que caerán otra vez los Astros.