VOLUNTAD, ENTENDIMIENTO, MEMORIA

Conversaciones con José Chi

"Usted tiene que saber de historia, porque es parte de su entendimiento. Si no sabe de historia no puede comprender su presente. Recuerde que no sólo sus actos lo manifiestan. Si usted es tolteca, tiene que saber entonces que tenemos la grandeza de los abuelos, su corazón y su gema. Pero no estamos dispuestos a comprometernos con nosotros mismos. Permitimos que nos eduquen ideas extrañas a nuestra raíz, y no desde ahora.

También sucedió antes que Huitzilopochtli trajera a sus líderes a fundar el corazón de Tenochtitlan. Después, fue parte de la contradicción de la guerra de invasión española a Mexiko, la gran nación que se estaba desarrollando aquí mismo. En ese entonces, ya no era poderío implacable y militar, impuesto por los gobiernos tenochcas. Moctezuma no venía de la milicia, era un Tolteca, había sido educado bajo el manto del linaje antiguo. Había estudiado en los templos de la oscuridad, en los sagrados conocimientos de la señora Coatlicue. Era un tenochca nahua, venía de una cruza de linajes que lo conectaban también con lo más profundo de todos esos valles, de todas las montañas.

Por eso entregó los trajes a Cortés. Y justo cuando el español mata a los enviados, en su nave, luego de que se le presentara el ritual y se le entregaran los trajes, nos quedamos separados. Fue el abuelo barbado el que no entendió, estaba segado por su obsesión militar y sus creencias religiosas. Por eso no pudo ver detrás del rito, de la sangre del pecho, del sobaco, de aquel guerrero que había sido sacrificado ante su presencia. Pero ese es otro tema.

De ahí, la nación ha tardado en recuperarse, pero nunca la mataron, ni destruyeron las relaciones internas, ni la voluntad de los formadores, de los creadores. Y se fueron encontrando unos con otros, se fue moldeando el rostro, el gesto, las gemas también fueron pulidas y nuestra grandeza está ahí, en la oscuridad.

Salvo las grandes matanzas que llevaron a cabo los mercenarios de la corona española, lo demás fue una guerra interna, la catarsis de tanta opresión que habían ejercido los señores tenochcas sobre los pueblos confederados del Anawak. Después de eso, muchos pueblos se quedaron al margen, siguieron con las cuentas de los días, orando a los dioses y recibiendo a los religiosos que habían llegado con buenas intenciones para seguir compartiendo el conocimiento; nos fuimos mezclando. También estaban los soldados que cayeron rendidos ante la grandeza que presenciaron sus ojos y buscaron tierra y raíz entre los vencidos.

Así es que unos fueron crecidos en las casas europeas, y con el tiempo, en casi todos se fue colando la manera que trajeron los abuelos barbados. Casi nadie recibió los libros antiguos que se pudieron salvar del fuego y de la barbarie de los españoles, de los soldados de la monarquía. Aunque muchos fueron recibiendo los envoltorios, las cuentas, la piel del venado para custodiarla de los ojos y de la ignorancia de los hombre de palo. Y con el tiempo, muchas fueron también las formas de contar los días. Así es que nuestra nación guardó silencio mientras se alimentaba de los mismos ríos de su raíz ancestral.

Buscando verdades históricas, evadimos certezas culturales que de todas maneras nos han guiado y nos dan identidad bajo los símbolos patrios; y no recordamos lo que somos, sino lo que fuimos. Hubo algunos que usaron los símbolos para engañar, no lo niego, tal vez por eso hoy señalamos a los que dicen traer la palabra, la razón, el entendimiento.

Pasó el tiempo, nuestros antepasados se empeñaron en negar la verdad de los hechos. Ocultaron su crimen evangelizando a los que sobrevivieron, al pueblo, que alimentaba con su personalidad ese corazón que latía vigoroso, también con el sacrificio de nuestra sangre, en los altares profanos. Pero, ésa, es otra historia que nadie quiere saber. Aunque es necesario saber de historia, asumiríamos, hoy, que somos los hijos de la luz y de la oscuridad, y por eso raiz del equilibrio, el entendimiento, la memoria. Podemos ser la gran nación que ensoñamos todos los días, antes de vestirnos con el discurso cotidiano de lo irremediable. Sólo necesitamos voluntad, entendimiento, y memoria."