NOTAS PARA REHACER LA HISTORIA DE CAMPECHE

Las razones de la separación.

Desde siempre, ha habido intereses que pretenden mantener de Campeche una visión romántica y poco objetiva, hecho que no permite verlo realmente. Por eso es que en la subversión del enfoque histórico tradicional de su pasado está el punto de partida para entender las condiciones de su pueblo, pues la verdadera historia del estado está oculta detrás de mitos y figuras retóricas que han tenido el fin de inventar y justificar su presencia como entidad federativa en la geografía nacional.


Tomás Aznar Barbachano y Juan Carbó, dos de los supuestos ideólogos más importantes del grupo liberal campechano, en un artículo titulado "Campeche y Mérida: diferencias esenciales. Memoria", dicen, refiriéndose a las causas de separación que "si no la buscamos (la causa) en la diversa constitución social de ambos pueblos, en sus diversos intereses permanentes, en sus diferentes usos, costumbres y ejercicios, no la encontraremos en ninguna parte". Antes dicen que "si el antagonismo entre Mérida y Campeche es una quimera, si en sus elementos constitutivos, en sus intereses permanentes, en todo el conjunto que forma la vida de ambos pueblos, no está el germen de sus disensiones ¿Dónde encontraremos el origen de ellas? ¿Será la causa el sistema de gobierno?... en fin, bajo todos los sistemas políticos, han existido las mismas disensiones, que gradualmente han ido creciendo hasta producir separaciones temporales, las guerras civiles, la guerra de castas, y la final separación de las dos ciudades...¿Será la causa el haber estado Yucatán separado de México o el haber estado unido a él? ¿Será la causa el haber estado Yucatán integrado al gobierno de sus propios hijos?...¿Será la causa los principios políticos?..."

En fin, los articulistas no dan nunca con la razón por la que existe la pugna entre las dos ciudades y resuelven la incógnita en una cuestión de ideosincrasia. Nunca se analizan a fondo los procesos productivos y económicos de la provincia; no se menciona la falta de industria, de posibilidades reales de crecimiento, ni se considera el factor económico como piedra de toque en este permanente conflicto.

Los alborotos causados por la capitanía general y el cabildo de Campeche, durante la colonia, resueltos con el nombramiento de la figura de Teniente del Rey por la corona española, muestran que había ya una fricción de tipo político por la autonomía de la villa; también es cierto que ese requerimiento se fundamentaba en la importancia que tenía siempre la capacidad de tomar decisiones políticas que pudieran ser vitales para el poder comercial y su influencia que ejercía Campeche en el resto de la península.

Aunque siempre haya existido Mérida y Campeche como dos ciudades diferenciadas una de otra por caracteres bien definidos, eran parte de una misma entidad geopolítica. Y este factor debería ser, creo, el punto de partida para todo argumento historiográfico que pretenda esclarecer su pasado y justificar el presente. No es posible una comprensión cabal de lo que Campeche es y ha sido en la historia de la península sin recordar ese origen común con Yucatán.

En general, se han manejado argumentos pobres para significar la importancia de Campeche como punto neurálgico de la vida peninsular durante la Colonia, y que pudieran ser razón suficiente para su existencia independiente, sin oponer, para la valoración de tal premisa, detalles nimios como puede ser el hecho de que la sociedad que conformaba el puerto estaba cohesionada a partir de la actividad comercial y que fuera de la vida portuaria, que incluiría, por supuesto, la calafatería y construcción naval, el desarrollo económico de lo que más tarde sería el estado de Campeche se basaba fundamentalmente en la explotación de materia prima, sin industria de transformación.

Es claro que la conformación social del puerto estaba determinada por la explotación irracional de nuestra selva y que en cuanto a su modelo económico, sólo contemplaba y beneficiaba a aquellos que estaban involucrados directamente con las actividades preponderantes. En el caso de las haciendas, por ejemplo, la producción estaba direccionada más al consumo interno y al intercambio con otras que hacia la producción real, a diferencia de Yucatán, que tenía un sistema de producción agrícola destinado al intercambio comercial con lugares como la Habana y muchos otros puertos.

Estos y más elementos permiten suponer que las diferencias básicas entre ambas ciudades era de carácter político, pero sobre todo, económico. Los argumentos posibles y justificatorios de la separación no consideraban las posibilidades reales para el desarrollo de una entidad autónoma sino que concentraban en un ideal "liberal", un trasfondo en el que se escondía una lucha por la hegemonía política y comercial de la provincia.

La separación de Campeche y Mérida significa la desarticulación de la economía local respecto a la región, a la vez que un reajuste político en el que el grupo liberal ha de predominar en adelante.

Pero tal grupo liberal cometió errores gravísimos a la hora de planear su movimiento; es cierto que logró la autonomía del nuevo estado, también que el Centro utilizó esta lucha para acosar a las verdaderas fuerzas opositoras o, para ser más precisos, renuentes a integrarse a un proyecto de nación que le restaba autonomía política y económica y además, iba en contra de los intereses locales.

La situación de Campeche siempre fue difícil en cuanto a su autonomía, ya que como puerta de entrada a la península -era el único puerto autorizado por la colonia para comerciar-, logró un auge que tuvo fin en el momento mismo de dársele al estado su reconocimiento como entidad federativa.

A partir de entonces, Campeche ha sufrido una depresión económica, acentuada con la decadencia de la explotación de algunos productos como el palo de tinte, o el chicle. Los autonombrados Liberales, que habían desvinculado su quehacer del movimiento san juanista que alimento sus afanes políticos, no tuvieron la visión suficiente como para hacer del estado un punto estratégico en la región. Se le dio preponderancia a los intereses políticos y se permitió que unas cuantas empresas extranjeras y algunas asociaciones locales explotaran sin control alguno las selvas (Este fenómeno, representa también un problema que no se ha planteado y es el de la participación social dentro del proyecto Campeche).

Con la separación, quedó en evidencia que, fuera del puerto, la población campechana se limitaba a la de las haciendas y alguna que otra comunidad indígena desarticulada de la vida económica básica del puerto. Para el caso, se hicieron fallidos proyectos migratorios para poblar su territorio.

Hay que recordar también que Yucatán tenía comercio con puertos españoles y que la independencia de México exigía a los nuevos mexicanos la ruptura de toda clase de tratos comerciales o políticos con España; tal es el caso de la Habana, punto de intercambio comercial y cultural muy importante dentro del desarrollo yucateco.

Se hace mención, y con frecuencia, a la campechanía como uno de los argumentos de peso que justifican una separación. Y aunque es cierto que la ideosincrasia de los yucatecos es diferente a la de los campechanos, apelar a las diferencias tipológicas sociales, como se hizo en un momento determinado para darle más peso y validez a otro tipo de argumentos separatistas, es una actitud a fin de cuentas irracional y fascista, gregaria y hasta despectiva, ya que, historia aparte, significa la imposibilidad de un pueblo de tolerar y convivir con otro, significa una gran incapacidad de comunicación y una mentalidad cerrada y obtusa.

Los motivos reales de la separación, se encuentran en gran parte en una guerra comercial sostenida entre grupos campechanos y yucatecos así como en una decisión política de Juárez, más oportunista que oportuna, ante la amenaza latente de una separación total de la provincia de Yucatán de la Federación.

El proyecto del Centro, afectaba directamente los intereses de la provincia; aunque durante la época de la Colonia tenía una dependencia formal respecto al Centro, gozaba de una autonomía real en su comercio y quehacer político. Así que es lógico suponer que el Centro siempre lo ha visto como un territorio conquistado. La integración de un proyecto de nación no puede plantearse con las armas si la diplomacia no funciona pues siempre serán los intereses comerciales y econónicos, los políticos, los que urgen el uso de la violencia y la coerción como vía de unificación y no la similitud de intereses y preocupaciones comunes.

No es posible hablar de traidores ni separatistas para referirnos a cualquier hombre o grupo político que haya protagonizado la historia, pues la patria se estaba haciendo, y patria, repito, no se puede construir bajo un principio de cohersión bélica como pretendió el Centro.

Es necesario recapitular una vez más respecto a lo que el estado era como entidad geopolítica con Mérida, debemos partir de un estudio de la provincia de Yucatán y no Campeche nada más para entender con mayor profundidad y un criterio más amplio las condiciones actuales de la región.

La creación de Campeche como estado libre y soberano, tiene más visos de sacrificio político y económico que de un principio de democracia, o como resultado positivo de una lucha liberal como la que sostuvo el grupo de Pablo García y los hermanos Pedro y Joaquín Baranda. Habría que analizar, por ejemplo, cuál era el entorno en que se movía Santiago Méndez, y el de Miguel Barbachano, para entender mejor la realidad de la pugna política entre campechanos y yucatecos en ese entonces.

Santiago Méndez era conservador, comerciante en el puerto, con negocios y familia avecindados en la ciudad, a diferencia de Barbachano, campechano de nacimiento, aunque no de formación, pues se educa en europa y regresa a la península imbuido por las ideas positivistas de la época. Y esa formación hace una brecha muy profunda entre los afanes que mueven a los grupos que representan. En esa diferencia de formación y cultura radica también la diferencia de la visión que se tiene de Yucatán para el futuro, misma que hoy podemos percibir cuando hablamos y sentimos la profunda diferencia que existe entre el desarrollo que ha tenido Yucatán y los retrasos que todavía padece Campeche, arrastrando la miopía de gobernantes incultos y faltos de visión.

Así como estos indicios que pueden ser esclarecedores para comprender nuestro pasado de manera crítica, hay muchos otros que, aglutinados en un mismo hilo argumental, pueden echar por tierra lo que hasta ahora ha sido la "verdadera historia de Campeche": una serie de leyendas y anécdotas que encubren una realidad en la que las intrigas políticas, las componendas y el poder económico fueron la razón de ser como grupo político de los que, hasta hoy, han sido héroes y próceres locales, sin más sustento de gloria que la que las plumas oficiales han querido inventarle a los que, en su momento, dieron a esas tierras, Estado y miseria al mismo tiempo.