El maestro es dulce, suave, conduce con firmeza pero seguro. Toca con sutileza cuando es necesario llamar la atención de algo, tiene palabras y respuestas que endulzan los oídos y también el corazón de sus seguidores. El maestro sabe dónde están las durezas, los bloqueos, las articulaciones que no dejan fluir a sus alumnos y les conduce para que suelten, para que entreguen, para que liberen. Hay quienes sienten que vuelan, que sueltan y aligeran los pesos de sus vidas y creen que es el maestro, su presencia, su conocimiento, sus manos, lo que les hace volar, lo que les hace ver la luz, lo que los conecta... y es tan generoso y desprendido, no pide nada, y su sonrisa...
El maestro sabe cómo mirar en el corazón necesitado y dónde vive cada necesidad en el cuerpo de la gente. Y ahí es donde el maestro pone los nudos de sus hilos, trabaja sin prisa, porque respira despacio y sabe, sabe cómo entrar sin que lo vean en donde nadie puede entrar en los corazones. Y desde ahí comienza a mover lo quiere... "ven, solo ven y échate en la duela... no te preocupes, solo suelta tus cargas y entrégate a la sensación de ligereza... el peso de tu cuerpo no existe, es una ilusión, vuela... el saber es de todos, yo te lo voy a dar sin condiciones..." cada palabra se conecta con cada acto con que el maestro va reblandeciendo el muro de seguridad y defensa de aquellas personas a las que, quienes van a las clases del maestro y no se quedan más tiempo, les dicen "sus discípulos".
Así es como las puertas del maestro se abren también cuando la soledad apremia, cuando las respuestas que parecieron encontrarse en la práctica no llegan a la vida cotidiana y se hace claro para quien lo busca que es él, que solo cuando se está con él se siente esa libertad, esa paz, esa claridad del camino que con los demás pareciera se ha perdido, y cómo no, si ahí está el que comprende como no comprende el prójimo, como no entiende el hermano, como no puede el marido, la esposa, el novio o los amantes. Es cuando el maestro toma el lugar de aquello que nunca se tiene ahí afuera, lejos del salón del práctica, de la duela y la ilusión de tener alas por un rato.
El maestro es un remanso de paz, es comprensión y sabe cómo tocar para liberar los bloqueos, sabe dónde está la llave que abre todos los caminos del alma de la gente... y alguno que otro cuerpo que también sufre, que necesita la cariña y la caricia que se había negado creyendo que no podía sentir, pero el maestro...
El maestro, avanza sobre la debilidad de quienes le buscan también a deshoras y apuesta por el tiempo, sabe que tarde o temprano el acecho le trae a quienes necesitan de él, hasta que, un día, al levantarse de la cama del maestro, al vestirse en el salón vacío y nocturno del maestro, cuando ya entregaron su mente, su cuerpo y el espíritu, entienden que el maestro les tendió una trampa que nunca vieron. Así es el maestro pero no se ve, no todos lo saben, él es bueno en el arte de la seducción, aprendió a usar la tecnología espiritual y la palabra: con la una condiciona, con la otra envuelve. Tal vez por eso le dicen el maestro, hasta quienes saben que en realidad no es un maestro.